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La invenci�n del escritor

Leandro Palencia

ning�n hombre vive en la verdad externa... sino en la

c�lida y fantasmag�rica habitaci�n de su cerebro,

con las ventanas pintadas y las paredes decoradas.

Robert Louis Stevenson, Los portadores de linternas.

La invenci�n de la soledad (1979) fue el primer libro autobiogr�fico y la primera obra en prosa que public� Paul Auster, aunque �l nunca lo consider� �tanto un libro autobiogr�fico como una reflexi�n sobre ciertas cuestiones, conmigo como personaje central� -Entrevista con Joseph Mallia (1)-, �el libro no fue escrito como una forma de terapia: fue un intento de volverme del rev�s para descubrir de qu� material estaba hecho. Yo, por supuesto, pero yo como uno m�s, como cualquier persona.� (Entrevista con Larry McCaffery y Sinda Gregory).

El padre ha muerto. S�, la irreductible certeza de nuestra mortalidad pero tambi�n que la muerte puede acontecer en cualquier momento. �Pens�: mi padre ya no est�, y si no hago algo deprisa, su vida entera se desvanecer� con �l.�, como si no hubiera existido nunca. El hijo debe romper el silencio, debe escribir sobre el padre, pero, �qu� se puede decir de un padre que fue como un fantasma, que vivi� para que nadie le descubriera ni siquiera �l mismo? Ante lo que no se quiere dar a conocer siempre cabe la posibilidad de observarlo, lo que no implica que acabe por revelarse. Sin embargo, o el hijo escribe sobre el padre lo que jam�s podr� probar o m�s le vale que se calle. Si escribe, al menos dejar� que los hechos digan lo que tengan que decir, aunque no puedan decir la verdad. Hablar sobre el padre se ha revelado como una tarea absurda, desde el principio est� destinada al fracaso, pues �c�mo se podr�a escribir lo inescrutable? Qu� es escribir sino la vanidad de intentar decir algo sobre alguien y asegurar, con �scar Wilde, que �los �nicos personajes verdaderos son los que no han existido nunca�. Y no s�lo. �Ha habido una herida y ahora me doy cuenta de que es muy profunda. Y el acto de escribir, en lugar de cicatrizarla como yo cre�a que har�a, ha mantenido esta herida abierta... Uno no deja de ansiar el amor de su padre, ni siquiera cuando es adulto.�

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Escribir, estar confinado en un tabuco, un espacio estrecho y peque�o, la habitaci�n. Un lugar que no es un escondite para ocultarse del mundo y alcanzar el olvido sino donde el mundo se reduce al tama�o de la habitaci�n. Uno est� obligado a mirar su propio interior, a �abandonarse de la vida en el coraz�n de la vida�, ser un exiliado de s� -subrepticia o manifiestamente, como Vladimir Nabokov aseguraba que viv�an todos los artistas-, examinando minuciosamente la profundidad de una aplastante e inconsolable soledad, hecho propio de la condici�n humana pues a�n estando rodeados de otros vivimos solos en nuestro interior.

Llenar una habitaci�n con palabras, eso es escribir. Un viaje interior a tumbos hacia lo desconocido sin saber a d�nde se va. Las palabras como modo de habitar el mundo. Pasos que se extienden, bifurcan y serpentean. Con cada una de ellas aguarda una infinita posibilidad de caminos a transitar. En el itinerario de la escritura el escritor empieza a tomar conciencia de lo que puede llegar a ser, por tanto, no debe plantearse nada salvo escribir pues lo que tenga que decir ir� creando su propia forma. O como dir�a Imre Kert�sz: �s�lo poseo una identidad, la identidad del escribir. (Una identidad que se escribe a s� misma.)� O Albert Camus, �Soy un escritor. No soy yo sino mi pluma quien piensa, recuerda o descubre.�

es precisamente aquello que no comprendo lo que me conmueve y se encarga de ponerme en marcha. Si supi�ramos todas las respuestas, �para qu� �bamos a embarcarnos en esa larga aventura, en ese viaje interminable que representa un libro? Vamos conociendo las respuestas d�a a d�a, todos los d�as descubrimos precipicios...� -Entrevista con G�rard de Cortanze (2)

Un escritor escribe al borde de la cat�strofe. Terribles sentimientos de incapacidad y de desesperaci�n. Todos sus esfuerzos se concentran en no sucumbir a ellos, en que la escritura no le juzgue. Es preferible arrojarse feliz a lo desconocido, lo impredecible, all� donde de repente el mundo se abre lleno de posibilidades, donde la vida pueda cambiar para siempre. Vale m�s confiar en las leyes del azar, la sincron�a de la casualidad, el misterio de las coincidencias, el poder de lo fortuito, el choque con el destino. Porque escribir es un acto de supervivencia, la preparaci�n a una nueva vida, a una vida que ha pasado por la muerte. Y la habitaci�n ese lugar que devuelve la vida, en el que mientras tanto se puede sobrevivir (3).

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La habitaci�n, escribir, la soledad. Aunque en realidad ya existe otro, qui�n lo leer�. Escribir como acto de la memoria, en la que a la vez es posible estar solo y no estarlo. Donde uno se convierte en alguien m�s que s� mismo y empieza a sentir su v�nculo con los dem�s. As� como ocurr�a en el lenguaje y en el mundo, que todas las cosas estaban relacionadas entre s�, pasa lo mismo con los seres humanos: s�lo cobramos significado en relaci�n unos con otros, si conocemos a los dem�s s�lo puede ser por medio de nosotros mismos, cu�nto m�s solos estamos m�s pr�ximos estamos de los dem�s, Je est autre.

Esta es la gran paradoja. Que no te adue�as de ti mismo hasta que est�s deseando entregarte. En otras palabras, que no llegas a ser lo que eres hasta que eres capaz de amar a otro.� -Entrevista con Rebecca Prime (4)-

Es m�s, si vagar dentro de nosotros mismos es vagar por las palabras esto equivale a decir que cuando damos un paso en el �mbito de la memoria penetramos en el mundo. Y si esto es as�, �los humanos construimos mundos imaginarios para intentar asumir la realidad?, es decir, �podemos tratar los acontecimientos de la realidad como si se trataran de iluminaciones espirituales?

En los momentos de mayor valent�a, adopta el sinsentido como principio b�sico; pero luego comprende que su obligaci�n es ver lo que tiene delante (aunque tambi�n est� en su interior) y describir lo que ve.

A pesar de que en el mundo nos topamos a cada instante con lo desconocido �poni�ndose en evidencia nuestra fragilidad y vulnerabilidad- y que nuestros esfuerzos por comprender el mundo son insuficientes, si nos ci��semos estrictamente a la verdad de los hechos, si no los pas�ramos por alto, la verdad ser�a mucho m�s extra�a que la ficci�n, intervendr�an elementos m�gicos sobre la verosimilitud. De hecho Paul Auster se considera un escritor realista:

�Creo que el mundo est� lleno de historias, que nuestras vidas est�n llenas de historias, pero que s�lo en determinados momentos somos capaces de verlas o entenderlas. Hay que estar dispuesto a hallar el sentido de lo que te est� ocurriendo... vamos por la vida sin prestar mucha atenci�n.� (Entrevista con Mark Irwin)

�El azar es parte de la realidad; continuamente nos vemos transformados por las fuerzas de la coincidencia, lo inesperado ocurre en nuestras vidas con una regularidad casi paralizante... Supongo que mi prop�sito es escribir una ficci�n tan extra�a como el mundo en que vivimos.� (Entrevista con Larry McCaffery y Sinda Gregory)

�Paul Auster y el azar�... �Ah s�, me resulta francamente irritante!... El tipo que cruza la calle y que se libra por los pelos de que le arrolle un veh�culo... Ese mil�metro gracias al cual permanece con vida me fascina: esa distancia �nfima contribuye a fabricar una vida... No, sinceramente, la idea del �azar� no me interesa. -Entrevista con G�rard de Cortanze (5)-

Si el mundo puede revelarse es que tiene cierto sentido, escribir ser�a tratar el sentido de la existencia y el arte trascender�a el absurdo de la condici�n humana. Sin saberlo y pese a declararse una voz americana, Paul Auster se incluir�a en la tradici�n rusa decimon�nica del escritor, alguien iluminado, un hombre capaz de resolver el misterio de la existencia comprometido como est� con una casi m�stica b�squeda de la verdad. Por eso la mayor�a de sus novelas �y pel�culas- adoptan la forma de una biograf�a, personajes que salen en busca de su destino para descifrar el mundo y saber en qu� se convertir�n, aunque casi siempre resulten unos h�roes positivos que llevan una vida ejemplar, moral y justa. Ha sido muy criticado este optimismo espiritual de las tramas de Paul Auster obviando el programa que las sustenta, pues si todos los d�as ocurren cosas terribles y nunca sabes cu�ndo te puede tocar a ti, todos los d�as tambi�n se encuentran las oportunidades �nicas para ser feliz, �porqu� desperdiciarlas? Si en la vida hay una limitaci�n tr�gica, tambi�n existe la posibilidad. Hay que mantener tenazmente la calma, no sentirse ap�tico o deprimido en un estado de deplorable autocompasi�n, aceptar que las cosas son como son pero que se puede salir del agujero negro. Hay que creer en lo imposible ya que el ser humano y el mundo encierran ins�litas y m�ltiples posibilidades:

�Somos capaces de cualquier cosa, lo cual a todas luces es la fuente de alegr�a y del miedo de vivir.� (Entrevista con G�rard de Cortanze)

Uno no puede sino pensar en �el caballero de la fe de Sǿren Kierkegaard, alguien que acepta todo lo que sucede sin lamentarse, que vive su vida como un deber, que se enfrenta a la muerte sin vacilar. Un ideal que permite a los personajes de Paul Auster ser abiertos, generosos, valientes, llegar a la vida de los dem�s, enriquecerlos y ayudarlos a abrirse. Si su obra est� trazada por hilos que recorren las tramas, solap�ndose constantemente unas con otras, no es para resolver un enigma sino para hacer evidente la epifan�a que subyace a cada ser humano, historias que no terminan nunca, pues en cada una todo remite a algo y viene de otra cosa, nada se cierra, todo se abre, todo est� conectado. As� como en las palabras, el azar y la memoria, que abr�an un espacio herm�tico como el de la habitaci�n.

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La invenci�n de la soledad s�lo contendr� esta verdad inamovible, que la vida pertenece s�lo a aquel que la vive; la vida misma se encargar� de reclamar a los vivos; vivir es dejar vivir.� El escritor escribe para aliviar la tensi�n por las cicatrices infantiles, todos los recuerdos ocultos, todos los secretos sepultados, esa parte oscura e inaccesible a nosotros mismos. Y aunque los libros no surjan s�lo de esa efusi�n del inconsciente todos estar�n llenos de alusiones personales, asociaciones subliminales, referencias a la propia vida. Todos los libros son el mismo libro, libros autobiogr�ficos. Henry James lo explic� muy bien al decir que �una buena novela ayuda al coraz�n de un hombre a conocerse mejor�, siempre y cuando no nos olvidemos de a�adir con Jorge Luis Borges �que las cosas que le ocurren a un hombre les ocurren a todos�.

Si mi obra habla de algo, creo que es de lo inesperado, de que puede pasar cualquier cosa. Nunca sabes lo que te espera.� (Entrevista con Mark Irwin)

El padre ha muerto, s�, pero tras su muerte Paul Auster se encuentra con la fortuna inesperada, la herencia que le permitir� dejar de ser el escritor con dedicaci�n parcial en el que se hab�a convertido y salir del pozo hondo y oscuro en el que hab�a ca�do (6). �Qui�n puede dudar que el dolor ata con m�s fuerza a una persona que el amor? �Qui�n que si hay un sustituto del amor se llama palabra? As� lo escribi� Joseph Brodsky:

�lo que le hace escribir a uno no es tanto una preocupaci�n por la condici�n perecedera de la propia carne como la urgencia imperiosa de preservar ciertas cosas del mundo de uno, de la civilizaci�n personal de uno, de la propia continuidad no sem�ntica de uno. El arte no es una existencia mejor, sino alternativa, no es un intento de escapar a la realidad, sino lo contrario, un intento de animarla. Es un esp�ritu que busca carne, pero que encuentra palabras.�

�Qu� es alumbrar hijos sino dar nacimiento a la muerte? El terror de la finitud, el desgarramiento tr�gico. Vivir plenamente conscientes de nuestra mortalidad. �Es el miedo a la muerte el enemigo? �Qu� temes sabiendo que eres mortal? La plegaria de San Ambrosio: �Se�or, no me separes, despu�s de la muerte, de quienes he amado�. �C�mo podr�a el hijo preservar de la muerte al propio progenitor? Escribir. De igual modo que en el libro de Collodi, Pinocho, donde el padre ha salvado al hijo pero en el que el hijo salva al padre. Un libro, una obra, m�s si es de arte, est� destinada a sobrevivir a su propio creador, donde, como en el poema de St�phane Mallarm�, �Los muertos no/ saben que est�n muertos-, ni siquiera que/ mueren...�. Escribir, dentro de una habitaci�n. Recordar a Emily Dickinson, quien a partir de los treinta a�os jam�s consinti� abandonar la casa familiar ya que �No puedo dejar solos a mis padres, �qu� suceder�a si murieran mientras estoy fuera?� Escribir, dentro de una habitaci�n, la soledad. El hijo que persigue tenazmente la respuesta amorosa del padre, el ni�o �vido de seguridad afectiva:

La escritura es sin duda una enfermedad. Escribimos para compensar una carencia, algo que no va. Escribimos quiz� para curarnos. No s�. Nunca encontramos realmente lo que andamos buscando, pero nunca perdemos la esperanza. (Entrevista con G�rard de Cortanze)

En el fondo, creo que mi obra procede de una situaci�n de intensa desesperaci�n personal, de una manera profundamente pesimista y nihilista de ver el mundo, del hecho de que seamos mortales y ef�meros, de la insuficiencia del lenguaje, de lo aislados que vivimos de los dem�s. Y sin embargo, al mismo tiempo, ha querido expresar la belleza y extraordinaria felicidad de sentirse vivo, de respirar, la alegr�a de estar vivo dentro de tu propia piel... Mi literatura... Trata de vivir y morir y hallarle un sentido a lo que hacemos en este mundo.� (Entrevista con Mark Irwin)

As� la invenci�n de la soledad, as� la invenci�n del escritor. Et tout le reste est litt�rature and all the rest is silence. Encore un effort...

�Es el pecado m�s imperdonable

nuestro temor de no ser deseados?

...

�Puede a veces ser arte el curarse

o es el arte una manera de sanar?

Robert Lowell, No deseado

� Texto publicado en "La Cabeza del Moro" n� 5, Instituto Zacatecano de Cultura (M�xico), julio/septiembre de 2006, pp. 14-17

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(1) Las entrevistas con Joseph Mallia, Larry McCaffery, Sinda Gregory y Mark Irwin est�n en PAUL AUSTER (2001): Experimentos con la verdad. Barcelona, Anagrama.

(2) En PAUL AUSTER (1996): Dossier Paul Auster. La soledad del laberinto. Barcelona, Anagrama.

(3) Nathaniel Hawthorne (1804-1864), escritor que vivi� recluido durante once a�os en una habitaci�n de la casa familiar, bien podr�a ejemplificar las dos caras del espacio mitol�gico en el que se convierte la habitaci�n. En carta a su esposa Sophia en 1840: �Y ahora comienzo a comprender porqu� estuve prisionero tantos a�os en esta c�mara solitaria y porqu� no pod�a abrir los cerrojos y barras; porque si hubiese escapado antes me hubiese endurecido y embrutecido, me hubiese cubierto de polvo mundano y mi coraz�n se hubiese encallecido con el rudo contacto con la multitud [...] Pero viviendo en soledad hasta que el momento apropiado lleg�, pude conservar el roc�o de mi juventud y la frescura de mi coraz�n.� Pero tres a�os antes, al poeta H. W. Longfellow: �Me he convertido en un cautivo y me he metido en un calabozo; y ahora no puedo encontrar la llave para salir �y si la puerta se abriera estar�a casi temeroso de salir. Durante los �ltimos diez a�os, no he vivido, s�lo he so�ado que viv�a.� Hawthorne es el escritor favorito de Paul Auster, quien no s�lo nombra al protagonista de La habitaci�n cerrada como Fanshawe, t�tulo hom�nimo de la �pera prima de Hawthorne, sino que prolog� Veinte d�as con Juli�n y Conejito, el cuaderno de notas de Hawthorne cuando durante tres semanas de 1851 se quedaron solos �l y su hijo de cinco a�os. Aunque este no es el lugar para entrar en cuestiones psicoanal�ticas s� nos podemos preguntar si vivir bajo la protecci�n de �una habitaci�n propia� no hace a los escritores unos sujetos demasiado infantiles y poco preparados para enfrentarse por s� mismos, y con �xito, a los problemas que la vida les plantea. De hecho, Sigmund Freud, habl� del artista como de alguien incapaz de vivir en la realidad pero poderoso en su fantas�a.

(4) En PAUL AUSTER (1998): Lulu on the Bridge. Barcelona, Anagrama.

(5) Paul Auster no s�lo contar� en sus obras ins�litas intersecciones de hechos en las que sucede algo extraordinario -incluso las que �l mismo presenci� (en El cuaderno rojo repite constantemente �Esto ha sucedido de verdad... es una historia verdadera.�)- si no que cuando durante un a�o pidi� relatos a sus radioescuchantes lo hizo con esta �nica condici�n: �ten�an que ser ver�dicos y breves, pero no habr�a restricciones en cuanto a tema ni a estilo. Lo que m�s me interesaba, dije, era que las historias rompieran nuestros esquemas, que fueran an�cdotas que revelasen las fuerzas desconocidas y misteriosas que intervienen en nuestras vidas, en nuestras historias familiares, en nuestros cuerpos y mentes, en nuestras almas. En otras palabras, historias reales que bien pudieran ser una ficci�n.� (Cre�a que mi padre era dios recoge algunos de ellos). Si bien Paul Auster puntualiza, �Mis libros son producto de mi imaginaci�n. Yo no hago nunca reportajes.� (Entrevista con G�rard de Cortanze) y �Lo interesante... es c�mo la imaginaci�n se entrelaza con la realidad.� (Entrevista con Larry McCaffery y Sinda Gregory).

(6) A salto de mata cuenta �todo el miasma y el estupor de aquel tiempo� anterior, como �cuando llegu� a la treintena, pas� por unos a�os en los cuales todo lo que tocaba se convert�a en fracaso.�